Diatriba contra ‘ese’ liderazgo

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Mercados21 | Diatriba contra ‘ese’ liderazgo

¿Qué es el liderazgo? ¿Qué significa ser un líder? Dos conceptos con tantas definiciones como personas, entendidos o responsables empresariales y académicos queramos consultar. Algo parecido a lo que ocurre con el término innovación. Desde Mercados21 aportamos alguna reflexión.

En los últimos años con la severa crisis financiera y económica se ha producido un nuevo boom en torno a la importancia del liderazgo en todos los formatos posibles: literatura técnica y divulgativa, seminarios, conferencias, canales on line sobre el asunto.

Los comportamientos poco éticos y justificables en los ámbitos económicos y políticos a nivel internacional han hecho sonar las alarmas en los ‘bienpensantes’ y ‘confortables’ países occidentales, en especial, en aquellos en los que las democracias cuentan con arraigo y solera de tradición. Al tiempo que han saltado por los aires los goznes de valores morales y cívicos, se ha acrecentado la añoranza de tiempos mejores para el liderazgo. En esa inercia humana que ya patentó el poeta de que todo tiempo pasado fue mejor.

De modo que se produce una asociación entre los valores morales, la buena conducta personal y cívica con una manera de ejercer el liderazgo. Así se echan en falta en nuestros días más y mejores líderes, siempre de modo comparativo con otros que ya tuvimos en épocas anteriores. Y se les atribuye a los dirigentes políticos, económicos y sociales poca altura de miras, se les acusa de ausencia de visión y de estrategias no ya para un futuro mejor, sino para un presente mejor.

La situación política en países como España o Irlanda, sin gobiernos meses después de las elecciones, o la pérdida creciente de peso geopolítico de Europa son ‘evidencias’ utilizadas como ejemplos claros de ausencia o escasez de liderazgo. De una especie de carestía de líderes preocupante. Como si el líder en nuestros días fuese una especie en peligro de extinción. Una paradoja de proporciones mayúsculas, si se piensa bien: la generación mejor formada está huérfana de buenos líderes. ¿Hasta qué punto?

Tomamos prestado un título del Nobel Vargas Llosa, ‘Diatriba contra el deporte‘, texto escrito con gran lucidez y clarividente prosa, aplicado en este caso a nuestro propósito y que nos sirve de titular.

¿Hay de verdad una carestía tan grave de líderes tipo pata negra? ¿No será que el ejercicio del liderazgo también está cambiando como tantas otras cosas están cambiando? ¿Acaso es inmune el modo de ejercer el liderazgo a la transformación a gran escala que han traído consigo los avances tecnológicos, como está ocurriendo en todos los órdenes de las relaciones humanas?

Si por buen liderazgo se entiende una visión unívoca del líder, cabe certificar casi con total seguridad que vivimos tiempos de gran escasez de líderes. Y no sólo eso. Sino que cada vez será más difícil encontrarlos.

Si entendemos por buen líder ese que todo lo puede, casi siempre aparejado a un carácter fuerte y robusto, que apenas si duda, esa especie de superman, de mago, que responde más a prototipos de cine que a medidas humanas, lo más seguro será que cada día hallemos menos. ¿O es que queremos dejarnos engañar por esa persuasión del lenguaje que en la práctica equipara líder a genio? Las alargadas sombras de Steve Jobs y compañía y, sobre todo las pomposas y episódicas biografías y películas que las han acrecentado, han contribuido a convertir al líder no en una persona meritoria y de excelencia, sino en un inalcanzable pedestal.

Así podemos preguntarnos: ¿Leonardo Da Vinci fue un genio o un líder? ¿Einstein fue un sabio o un líder? ¿Picasso fue un mago del arte o un líder? Si al final concedemos que fueron líderes en lugar de genios, algo tan del gusto de nuestro tiempo, preguntémonos entonces: ¿Napoleón fue un líder o un genio? ¿Hitler fue un líder o un genio? ¿Stalin fue un líder o un genio? ¡Cuidado, cuidado que a las comparaciones y a las metáforas a veces las cargar el diablo!

Si el líder es aquel que tiene una visión, lucha y trabaja por ella hasta contagiar a otros para que le sigan, bastante labor tiene por delante como para que otros acaben endosándole nuevos cometidos. Como esa exagerada tendencia que convierte al líder en un extraordinario administrador, en un superdotado para el diseño, en un infalible matemático o casi, casi en un catedrático emérito de futurología.

Detrás de esta visión del líder suelen anidar dos verdades que con frecuencia prefiere obviarse. Quizá por dolorosas o sonrojantes. En primer lugar, la búsqueda del líder total es la coartada perfecta para que todos los demás se sientan libres y eximidos de sus responsabilidades, en una dejación de funciones bendecida y sancionada por la fortaleza del líder salvador, que aplaca y aparca remordimientos a gran escala. Ya sea como sociedad, como trabajador, como empresario, como directivo, o como lo que fuere.

En segundo, es la teoría perfecta para investir al líder de una eficacia e infalibilidad rayana con lo divino. El binomio líder-eficacia parece en nuestros días una ecuación matemática incontestable. Una relectura más reposada y pondera, por ejemplo, de la trayectoria del irrepetible Steve Jobs nos hará ver que durante mucho tiempo fue de todo menos eficaz. Y que tuvo que probar, errar y equivocarse bastante más de lo que se dice para dar con la tecla.

Un líder debe tener visión, perseverancia y capacidades de relaciones interpersonales. Ahí es nada. Y por encima de todo conocer a su equipo, entregarse a él y conseguir que todos remen en la dirección que les haga llegar lo más cerca posible de la visión. Algunos conseguirán alcanzarla, los menos sobrepasarla. La arrogancia de otorgar a una sola persona lo que consiguen equipos bien engranados es propio de una cortedad de miras intencionada, o bien de una reducción cargada de prejuicios. Aquella que sitúa al DNI por delante del “todos para uno, uno para todos”.

Lo más seguro es que los nuevos líderes que están por venir, y que serán los que necesiten nuestras empresas y las sociedades, ni sean la panacea de la eficacia, ni deban tener un carácter inquebrantable o granítico, ni sean los mayores expertos en sus actividades. Con ser los más empáticos/excelentes personas tienen por delante misión y tarea más que suficiente.

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